domingo, 22 de julio de 2012

Vapor y Barro


     Y ahí estaban, uno frente al otro, Barro y Vapor.
     Vapor era alta, por encima de la media, delgada. El pelo le llegaba un poco más abajo que los hombros y tenía unas pestañas largas que hacían que sus ojos parecieran enormes. Sonreía y se ponía seria de manera intermitente, mirando a su alrededor, absorbiendo y observando todo. A pesar de ser tan ligera como una brisa, se notaba que se ponía colorada cuando reía. Sus mofletillos y sus pequeñas orejitas de soplido le daban mucho carácter y personalidad a su cara, junto con su naricilla. Sus ojos verde oliva siempre llenos de vida.
     Barro, por otro lado, también era alto, pero más, aunque no tanto como para que Vapor tuviera que mirar hacia arriba. Era grande en general. Sus ojos eran marrones oscuros, como el chocolate 80% puro, intensos y profundos. Tenía una nariz prominente, pero bonita.

     Llegaba el verano, y ahí estaban, uno frente al otro.
     Barro se secaría y agrietaría y Vapor se evaporaría y se desvanecería.
Barro sonreía, con una de sus sonrisas tristes. Cierto gesto con las cejas o quizás el brillo de sus ojos le delataban. Vapor le preguntó si estaba bien, a lo que Barro contestó que sí, que en todo caso estaba tristón, no triste. Vapor le miró a los ojos y le sonrió. La sonrisa de Vapor no sólo le iluminaba el rostro, sino que iluminaba todo a su alrededor, o así se le antojaba a Barro.  Y Vapor le preguntó que por qué estaba tristón, que ni se le ocurriera estar triste porque ella se fuera a marchar.
     Y en ese instante, Barro no pudo evitar sonreír más aún. “No” le dijo, “no es que te vayas a ir, o que te vaya a echar de menos”. “Entonces, ¿qué?” dijo Vapor. Barro sacudió la cabeza, pues llegó a la conclusión de que sí, eso era exactamente, se iba a ir y la iba a echar de menos, pero no tenía sentido perder un solo segundo más, así que se acercó a Vapor y la besó. Siempre conseguía animarle lo indecible sólo con una sonrisa… Y luego ella le preguntaba que por qué tanta obsesión con su sonrisa…

     Siguieron conversando sobre cosas sin la mayor importancia, o callados mirándose fugazmente. Barro intentaba no mirarla detenidamente, porque Vapor decía que “no le gustaba”, y le costaba no hacerlo, ya que por mucho que buscase a su alrededor, en su vida no había nada tan bonito como Vapor. Y así pasaron un tiempo, entre palabras, risas, sonrisas, miradas en silencio y besos. Hasta que Barro no empezó a endurecerse y Vapor a desvanecerse, no se permitieron darse rienda suelta.

     Y ahí, en un rincón, rodeados de una multitud de transeúntes de paso apresurado y mirada perdida, se besaron por última vez, como si no hubiera mañana, como si quisieran parar el tiempo… Besos con hambre, exactamente igual que la primera vez.

     Y unos instantes después, Barro se encontró solo. Vapor se había desvanecido. Él sabía que había iniciado un gran viaje, y se alegraba muchísimo por ella, pero los primeros momentos de soledad estuvo a punto de llorar, no de tristeza, ni mucho menos, sino por el torrente de sentimientos que surcaba su interior. Y así, poco a poco se endurecía y dejaba de poder moverse. Pero no se sentía aprisionado. Su corazón latía fuerte y era libre. Cerró los ojos y vio la sonrisa de Vapor, y de nuevo no pudo evitar sonreír.

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